Manolo Berjón / Miguel Ángel Cadenas
Parroquia Inmaculada
No vamos a hablar hoy de la pandemia, que nos duele, como a ustedes. Los pueblos indígenas están ahora en su fase más crítica, con escaso apoyo estatal. En la ciudad parece que tenemos un respiro. No debemos bajar la guardia, porque habrá brotes y ya hemos comprobado que el sistema de salud hace aguas por todos lados. Pero hoy queremos hablar del “tejido social”.
Ayer nos preguntaban por “actores locales” ante la pandemia. Entre otros, creemos que un actor imprescindible es el ejemplo de la cuadra 1 y 2 de la calle 28 de Julio en Punchana. Ellos se organizaron casi desde el comienzo para ayudarse. Tienen un Whatsapp donde nos incluyeron, aunque apenas podemos participar. Una mirada al Whatsapp es muy interesante: han tenido varias etapas.
Al principio, se apoyaban con teléfonos y direcciones donde encontrar medicinas, oxígeno, médicos… Posteriormente, aparecen ofertas de comida delivery y otros. Han enviado apoyo social, en la medida de sus posibilidades, a los que necesitaban. Se han felicitado cumpleaños, día de la madre y del padre. Siempre ha existido preocupación por los vecinos, preguntando por su salud y dando el pésame a los familiares de los difuntos. Han dedicado tiempo a rezar. Unas veces saliendo con velas a la puerta de la casa, y otras escribiendo cada uno una frase en el whatsApp del padre nuestro y del ave maría. En los momentos más duros de la pandemia la gente escribía en el whatsapp que les servía para estar más acompañados.
Vivir significa sentirse acompañados, formar parte de algo más grande que yo mismo. Como es un asunto vecinal hay católicos, evangélicos y demás. Existe bastante respeto. Como en todos los lugares ha habido alguna pelea virtual, pero en nuestra opinión, nada del otro mundo.
Creemos que esta experiencia se ha producido a lo largo de la ciudad. Identificar estos grupos es una tarea fundamental, son el “tejido social”. El apoyo que ha fortalecido a las personas. Identificar estos grupos, y ayudarles en lo que podamos, fortalece la ciudadanía y crea lazos fuertes para los tiempos que corren. Podrán decirnos que en esta calle vive gente de la “clase media iquiteña”. Es cierto. Pero eso no invalida su coraje y sus ganas de vivir. Es preciso y urgente identificar estos grupos en la ciudad y fortalecerlos. Es preciso también identificarlos en los lugares más humildes, donde nos consta que también ha funcionado la solidaridad.
La respuesta del Estado ha sido muy deficitaria. Además de exigir al Estado que ponga corazón en lo que hace y evite, en lo posible, trabas burocráticas que han llevado a la desesperación y la muerte, es preciso identificar las fuerzas vivas de la ciudad. Y cuando hablamos de fuerzas vivas no nos referimos a los héroes reconocidos, que los hay, y a los cuales estaremos eternamente agradecidos.
Necesitamos fortalecer a los héroes anónimos, aquellos que han dado esperanza, han acompañado en el dolor, se han reído cuando la ocasión lo ameritaba y han estrechado lazos con sus vecinos. Aquellos que tienen ganas de vivir y han acompañado la fragilidad de la vida. Deseamos que esta ciudad salga adelante, y lo hará con sus ciudadanos, con las personas de buena voluntad que aportan lo mejor de sí. Es preciso identificarlos y apoyarlos.
Ojalá el Estado comprenda que esta fuerza social es imprescindible en estos momentos. Ojalá el Estado acabe con el clientelismo y atienda a los ciudadanos por el simple hecho de ser ciudadanos. Y ahora que se vislumbra un tiempo de hambre, es fundamental que el Estado reconozca estos grupos sociales en los lugares más vulnerables para fortalecer su organización y brindarles el alimento que necesitan. Es tiempo de comedores populares, sin clientelismo, por la ciudadanía.
Y que el Estado, burocrático e insensible, atienda a los pueblos indígenas, por Dios.